05 DIC, 2025

El trazo más simple, la intención más profunda

En el umbral de cada año se renueva la posibilidad de condensar, en un solo gesto, una posición frente a la arquitectura y la ciudad. El cierre de 2025 se organiza en torno a la unidad gráfica más elemental: un trazo que inscribe una figura humana en el espacio y plantea una pregunta que antecede a todo proyecto arquitectónico y urbano: ¿quién habitará este espacio?

Todo proyecto comienza antes de materializarse en cualquier soporte. Nace en ese primer encuentro con nuestros clientes: cuando escuchamos y damos forma a sus deseos, reconocemos sus necesidades, leemos el contexto físico, cultural y ambiental y, casi en simultáneo, empezamos a imaginar una vida posible en el entorno del futuro proyecto. Quien encarga la obra es parte constitutiva de ese gesto arquitectónico inicial: es el punto de partida de cualquier operación de diseño. Sin cliente no hay propuesta y, si la misma no está claramente definida, es necesario imaginarla y darle voz para proyectar con sentido. 


Nuestro saludo de fin de año retoma ese primer gesto —ese instante en que una conversación se convierte en proyecto— y lo toma como núcleo conceptual de nuestro mensaje de cierre de ciclo.

Esta pieza condensa una certeza: el gesto más simple puede albergar la intención más profunda cuando está guiado por una pregunta sobre el futuro. No se trata de un futuro abstracto, sino de uno que se diseña desde ahora, cada vez que se decide cómo se habita un espacio, qué vínculos se facilitan y qué paisajes se cuidan.


La pieza física que resulta de esta reflexión —nuestra tarjeta de fin de año, concebida como cierre del ciclo 2025— es una invitación a leer cada intervención en el territorio como una respuesta —siempre provisoria— a una pregunta sencillo que coloca a las personas en el centro del proceso creativo: ¿quién habitará este espacio?


Escala, cuerpo y espacio habitable 

En el dibujo arquitectónico, la escala suele aparecer como una figura humana que ayuda a entender el tamaño de los espacios. Desde esta perspectiva, la escala no es solo una medida: es también un gesto que sitúa al cuerpo, al sujeto, en el centro del proyecto. 

Ese cuerpo no es genérico: reúne muchas formas distintas de habitar el espacio. Siguiendo esta lógica, la arquitectura deja de ser algo aislado y pasa a ser el marco donde todo sucede, un lugar que solo adquiere sentido cuando alguien habita. 

Bajo esta mirada, cada espacio dibujado implica una responsabilidad respecto de la experiencia cotidiana que allí se producirá. La escala no solo mide; también reconoce, incluye, invita. 

Escalar es situar a la persona en el centro del proyecto

Dibujar la presencia 

El gesto gráfico elegido es deliberadamente mínimo: una serie de figuras humanas esquemáticas, dibujadas a mano, que se despliegan sobre cortes, plantas o paisajes apenas insinuados.  


En su aparente simpleza, estas presencias condensan al sujeto del habitar y funcionan como un dispositivo crítico: dibujar, aunque sea con pocos trazos, es anticipar la presencia.  


Es admitir que, incluso antes de que exista la obra, ya existe alguien que la habitará. Cada personaje introduce una historia posible en la escena: un recorrido, una pausa, una conversación, una mirada compartida. Así, el espacio deja de ser un vacío abstracto para convertirse en un lugar potencial, cargado de relaciones. 


Este recurso también alude al carácter colectivo del diseño. La variedad de trazos, posturas y gestos sugiere distintas miradas sobre el habitar, distintas biografías y sensibilidades que se proyectan sobre la hoja. La arquitectura aparece, entonces, como resultado de un trabajo compartido entre quienes piensan el espacio y quienes lo sostienen con su vida cotidiana, en un diálogo que excede ampliamente la mera definición formal. 


Dibujar es, en este contexto, una forma de dar inicio: la primera afirmación de que allí sucederá algo entre los cuerpos, la materia y el paisaje. 


Sostenido en un trazo elemental y en la insistencia de una pregunta, el cierre de este ciclo y el inicio de uno nuevo en 2026 proponen una síntesis clara: la arquitectura adquiere su sentido más pleno cuando renuncia a pensarse en soledad y se entiende como escenario para la vida. Un solo gesto gráfico basta para recordarlo: inscribir una figura humana en el espacio es, al mismo tiempo, imaginar un mundo habitable y asumir la responsabilidad de hacerlo posible.

Hagamos de este año un proyecto compartido. 

Feliz 2026